La Quebrada de Humahuaca, un profundo valle de los Andes argentinos, limítrofes con Bolivia y Chile, es desde 2003 Patrimonio Mundial de la Humanidad, pero sus habitantes, la mayoría agricultores y artesanos, a duras penas logran mejorar sus condiciones de vida. En los años noventa, el gobierno de Carlos Menen abandonó definitivamente la línea férrea que comunicaba Jujuy con Bolivia y relajó los requisitos para explotar minas a cielo abierto. "Quieren ser ellos mismos los que gestionen el desarrollo turístico de sus pueblos para que no les dejen un trabajo residual", explica Rivera. Por el momento ya tienen contacto con una asociación de la zona, la cooperativa rural Cauqueva, y con líderes comunitarios que forman a los vecinos como guías turísticos. El año pasado una activista del pueblo kolla -organizado desde principios de los ochenta para reivindicar su derecho a la tierra- visitó Narón para explicar a las cooperativas de la comarca las necesidades de los suyos. Hoy, el instituto de Narón pretende llevar a Jujuy un turismo responsable, respetuoso con la forma de vida tradicional y la primera medida será aprovechar las casas de los vecinos para alojar a los visitantes.
Muy parecido es el proyecto que Rivera y sus alumnos desarrollan en la Patagonia. Al aislamiento, la desertificación y el éxodo rural se suma la ausencia de servicios y la dependencia de la economía familiar de un único producto, la lana. "Ahora necesitan un centro para que las mujeres puedan reunirse, organizar actividades culturales o incluso dormir", explica Rivera. Esta casa de la mujer, que ayudarán a financiar, se suma a otra inciativa, ya muy avanzada, y existosa, El Mercado de la Estepa, que los cooperativistas de Narón pretenden tomar como ejemplo. Artesanos de zonas muy aisladas se unieron para vender sus productos sin intermediarios. Ya son 260 familias.
Escuela y cooperativa · ELPAÍS.com
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